Volver a Trazar Nuestros Pasos: Entrevista con Jackie Amézquita

Jackie Amézquita es una artista y activista originaria de la ciudad de Quetzaltenango en el altiplano occidental de Guatemala. En 2003, con solo diecisiete años dejó su ciudad natal, impulsada por el anhelo de reunirse con su madre, quien había emigrado a los Estados Unidos para cubrir el costoso tratamiento médico de su hijo menor. Amézquita viajó a pie, en autobús y en automóvil. Llegó a los Estados Unidos indocumentada después de su segundo intento de cruzar la frontera, no sin experimentar muchos de los peligros y amenazas comunes que los migrantes, particularmente las mujeres, tienen que enfrentar en su paso a este país. Diecisiete años después de su llegada, ella y la familia que dejó atrás viven juntos de manera legal en los Estados Unidos, pero el viaje no ha sido fácil, implicó el difícil proceso de convertirse en “residentes permanentes” de este país. Estas experiencias han contribuido a la práctica artística de Amézquita y le han permitido desarrollar un cuerpo de trabajo que examina las implicaciones físicas, políticas y emocionales de su propio viaje personal y su identidad migratoria. El arte ha sido una salida y, mejor aún, un proceso de sanación para la artista que también ha recurrido al activismo en colaboración con otros artistas, comunidades y grupos, incluyendo su trabajo con el proyecto binacional AMBOS (Art Made Between Opposite Sides) fundado por la artista mexicana Tanya Aguiñiga. Me comuniqué con Jackie Amézquita en junio y comenzamos esta conversación durante una pandemia que ambas esperábamos terminaría al tiempo de publicar esta entrevista. Hablamos sobre la ruta que la llevó a personificar un instrumento de la memoria políticamente activo, sus proyectos pasados y los más recientes, así como la necesidad de regenerarse para seguir avanzando.

Claudia Pretelin: ¿Cómo y cuándo decidiste utilizar el performance y tu cuerpo como medio para tu práctica artística?

Jackie Amézquita: Entre 2015-2018, mi familia atravesó una gran transición. Mi abuela y mi hermano tuvieron que huir de Guatemala por un tema de persecución. Esto sucedió durante mi primer año como estudiante en el Art Center College of Design. En noviembre de 2015, mi hermano recibió asilo después de estar en un centro de detención durante casi nueve meses. Fue una transición difícil, especialmente para mi hermano quien fue liberado un día después del nacimiento de su primera hija. Desafortunadamente no pude visitarlo por mi situación legal como indocumentada en ese momento. Aquí es donde comencé a sentir la necesidad física de usar mi cuerpo como instrumento para el performance, pero existían factores políticos y culturales que me frenaban.

En junio de 2015, después de más de doce años de espera, finalmente me concedieron una entrevista para aplicar a la residencia. Fue una situación agridulce ya que el Centro Nacional de Visas había programado mi cita en Guatemala a consecuencia de haber ingresado al país como indocumentada. Tuve que salir de los Estados Unidos y aunque ya se había aprobado mi regreso debido a las circunstancias de mi familia en Guatemala, dejar los Estados Unidos por primera vez en doce años hizo que mis sentimientos y emociones se movieran en todas direcciones. Estaba emocionada de ver a mi papá por primera vez en 12 años, pero al mismo tiempo me sentía ansiosa por dejar atrás a mi hermano y a mi cuñada embarazada en un centro de detención y a mi abuela y a mi mamá. En ese momento estaba intercambiando lugares con mi familia con la que había trabajado tan duro para reunirme. Fue difícil para mi cuerpo lidiar con todo esto a la vez. Tenía que resistir y encontrar espacio para la fuerza con todo mi dolor.Regresar a Guatemala por primera vez fue algo con lo que soñé durante años, pero nada era como lo imaginaba, mi abuela y mi hermano no formaban parte del paisaje. Tuve un gran sistema de apoyo, mi ex esposo y mis suegros estuvieron conmigo en cada paso que tuve que dar. 

Quería hablar de mi historia a través de mi práctica artística, pero el dolor resistía al lenguaje. Para procesar el dolor tuve que canalizar el pasado. Tuve que conectarme con quién era antes de venir a los Estados Unidos, con aquella mujer recién casada que trabajaba para obtener la residencia legal. Y sobre todo eso, mi necesidad de producir a través de la ideología y la historia del trabajo socialmente construido de nuestros cuerpos morenos. 

Jackie Amézquita. ‘De Norte a Sur/From North to South’, 2019

Mi interés por la política fronteriza siguió creciendo. En 2016 tuve la oportunidad de estudiar en el extranjero en la Universidad de Arte y Diseño de Bezalel en Jerusalén. Viajar abrió muchas posibilidades. Durante mi tiempo en Jerusalén, me interesé en la política fronteriza entre Palestina e Israel. Después de estudiar en Israel, fui a Guatemala para aprender técnicas de bordado. Quería recalibrar y explorar mi historia familiar de migración. Estaba interesada en cómo mi historia familiar intergeneracional se cruza como migrante de primera generación de Centroamérica. 

Comencé a internalizar un viaje de cambio y transformación el cual me ponía en una posición incómoda. Comencé a pensar en mi responsabilidad como ciudadana legal y los privilegios que esto conlleva. Comencé a cuestionar mis ideas sobre cuáles son las cosas que nos definen. ¿Cómo el desplazamiento ha creado ventajas y desventajas? ¿Cuánto puede soportar nuestro cuerpo? ¿Qué significa ser resiliente?

Estas preguntas me pedían que usara mi cuerpo. Decidí explorarlas a través del performance. Huellas que Germinan/FootPrints That Sprout fue un performance en el cual caminé en silencio desde la frontera de Tijuana, México y continué durante ocho días consecutivos hasta que llegué al espacio de la galería en 936 Mei Ling Way en Los Ángeles. Esta acción tuvo lugar todos los días desde el amanecer hasta el atardecer. Durante esta caminata, caminé junto con otras personas que me conocieron a lo largo del camino, incluidos amigos cercanos que me han inspirado, maestros y otros artistas. Algunos de mis amigos se unieron a mí después del paso de inmigración en San Clemente. Durante este performance, compartí mi ubicación con un grupo de amigos y otros miembros del grupo mostraron donde culminaría esta acción.

CP: En tu práctica has colaborado con Tanya Aguiñiga y su proyecto Art Made Between Opposite Sides (AMBOS). En estos proyectos se exploran temas relacionados con las fronteras, la migración y la identidad transnacional. ¿Puedes contarnos más sobre esta colaboración y cómo ha influido en tu propia práctica?

JA: Tanya fundó AMBOS en 2016. Después de mi viaje a Guatemala, me conecté con Tanya quien me invitó a unirme a AMBOS en Tijuana. Quería ser parte de esto como una forma de enfrentar los estereotipos que han etiquetado mi identidad. Tuve que re calibrar esas ideas que se han impuesto en nuestra sociedad para deshumanizar la migración. Hacer esto por primera vez fue incómodo, tuve mucha ansiedad durante el proyecto. Me enfrenté a una realidad dolorosa, pero estaba eligiendo explorar esos sentimientos. Tuve que empezar a procesar algo del dolor que no me permitía sentir porque era demasiado para afrontarlo de una vez. Hacer estas intervenciones con AMBOS me permitieron tejer mi pasado con mi presente para entender esta crisis social y humanitaria. Comencé a cuestionar mi posición y mi responsabilidad como sobreviviente y como mujer de color empoderada por otras mujeres. Estas interacciones me permitieron alzar la voz, abrirme para contar mi historia. Siempre tuve una resistencia al lenguaje. Era muy reservada y a veces me costaba comunicarme porque el dolor llevaba mucha rabia y no quería actuar con rabia hasta que decidí interrogar mi frustración.

Durante mi trabajo con AMBOS, comencé a reconectarme con la tierra y la comunidad de la que formaba parte. Sin embargo, mi condición de indocumentada me impidió conectar completamente con mi propia experiencia. Caminar de un lado a otro entre Estados Unidos y México me hizo pensar en cómo mi madre tenía que ir y venir para visitarnos en Guatemala y cómo caminar se convierte en una forma de resistencia. Caminar me llevó a un espacio de meditación, de cuestionar el camino que me había traído hasta aquí. Una nueva residente legal de los Estados Unidos. Dejé todo atrás, mi familia, amigos, comida favorita, paseos y mi hogar. Lo único que tenía era mi cuerpo, espíritu e intelecto. AMBOS fue una reintroducción a un pasado difícil que no quería enfrentar, me enseñó a no hablar de eso y a olvidarme de eso. Fue aquí donde comencé a recuperar mi poder y a transformar el dolor en curación. Tuve que ser valiente para volver al lugar del trauma, pero estaba dispuesta a hacer el trabajo por mi familia y por mí.

‘Huellas que Germinan/Foot Prints That Sprout’, 2018

CP: Como mencionaste, dos de tus proyectos recientes han implicado largas caminatas cruzando fronteras, yendo y viniendo, norte y sur. En 2018 en “Huellas que germinan / FootPrints That Sprout” caminaste aproximadamente 284 km desde la frontera de Tijuana a Los Ángeles en 7 días. Has dicho antes que parte de tu motivación para realizar este performance proviene de tu propia historia familiar. ¿Puedes contarnos más sobre tu motivación y el interés en explorar tus raíces a través de tu práctica artística?

JA: Estructurar esto en mi práctica proviene de una historia familiar de migración. Mi abuela materna Josefina Solís emigró de México a Guatemala a finales de 1920. Su familia tuvo que emigrar de México a Guatemala debido a la Revolución y a los cristeros. Todos sus papeles de identificación fueron quemados y sus identidades borradas, pero pudieron establecerse en la frontera de Tapachula y Tecún Umán. He podido reunir partes de nuestra historia familiar con la poca información que tengo de mi abuela ya que hablar del pasado en mi familia no es un tema de discusión con el que mi madre y mi abuela se sientan cómodas, es un tema doloroso.

Del lado de mi papá, mi abuelo tuvo que caminar unos siete días desde su ciudad natal y encontrar un trabajo después de que su madre falleciera debido a la pandemia en Guatemala durante los años veinte. Tenía unos ocho años cuando comenzó esta caminata. No me contaron historias familiares hasta que comencé a preguntar. Mi familia quería olvidarlo porque hablar de eso se consideraba debilidad. Yo lo veo al revés, veo a mi madre y a mi abuela como mujeres fuertes, valientes y resistentes, pero mi forma de pensar puede resultar problemática para ellas. Estas conversaciones son algo nuevo y desconocido para ellas, confrontar la historia familiar de alguien es una intensa labor emocional. Especialmente para nosotros con trauma generacional.

En mi práctica artística, me interesa la ‘suavidad radical’ como una forma ilimitada de resistencia. Este término lo tomé de un grupo de artistas que colectivamente escribieron una serie de ensayos que hablan sobre “El llamado a pensar en la sensibilidad y la vulnerabilidad de la suavidad como una forma de resistencia desafía lo que se viene implementando en nuestro país durante décadas”. (Be Oakley, Kimi Hanuer, Alexis Ruiseco Lombera, Lora Mathis, and Noah LeBien). Practicar la ‘suavidad radical’ en mi arte fusiona la vulnerabilidad como una forma de resistencia a la normalización de nuestra interseccionalidad y abraza los sentimientos y las emociones como parte de nuestra condición humana.

CP: El año pasado durante aproximadamente un mes, te embarcaste en un performance llamado “De Norte a Sur / From North to South”. Este viaje comenzó en la frontera sur de Estados Unidos en San Ysidro, CA y Tijuana, BC, en México, y continuó hasta la frontera mexicana con Tecún Umán, Guatemala y Tapachula, Chiapas. ¿Cómo concebiste una red de apoyo a lo largo de tu camino para hacer posible este proyecto? ¿Cuál fue la preparación física y mental para este performance y cuáles fueron algunos de los desafíos que encontraste durante estos días?

JA: Originalmente, se planeó que ‘De Norte a Sur’ fuera de sur a norte. En este performance mi padre Gustavo Amézquita iba a acompañarme desde la frontera de Guatemala hacia los Estados Unidos. Se iba a encontrar con mi hermano por primera vez para que pudiera conocer a sus nietos. Desafortunadamente ese no fue el plan del universo. Mi padre falleció el 29 de agosto de 2018. La partida de mi padre fue la gota que derramó el vaso. 

Comencé terapia cognitiva en septiembre cuando reconocí que era lo único que podía ayudarme. Éramos solo yo y el amor de mi familia y amigos. Durante este período, viví sola en El Sereno. Estaba deprimida. Fingir que estaba bien era imposible en este momento. Tuve que hacerme cargo de esa oleada que llegaba. Poco a poco con la terapia cognitiva, el ejercicio y una alimentación saludable comencé a recuperarme. Todavía es un trabajo en proceso que se traduce en el trabajo que he estado desarrollando con el proyecto de rotación de alimentos como medio de transformación.

En el performance ‘Huellas Que Germinan’, inicié un proceso de recalibración con mi estado mental. Noté que mi cuerpo físico estaba acostumbrado al agotamiento debido al trabajo físico que he realizado como niñera desde mi llegada. Aquí mi cuerpo tuvo la oportunidad de darse cuenta de la sustancial carga mental. En ‘De Norte a Sur’, fui más consciente de la complejidad de mi cuerpo. Al principio, vi el performance como una forma de deshacerme del pasado y explorar el acceso que tengo como residente utilizando mi privilegio de movilidad. Tejer narrativas de resistencia, de aguante, de desplazamiento y de resiliencia impulsadas por un elemento de catarsis son conceptos que continúan impulsando mi trabajo.

Durante mis performances tengo un equipo de familiares y amigos que forman parte de mi red de apoyo. Creé un grupo por medio de mensajes de texto donde las personas pueden seguir mis pasos y navegar conmigo digitalmente y publiqué en Instagram dónde me encuentraba diariamente. Mi comunidad también me ayuda a compartir mi proyecto con familiares y amigos para tratar de encontrarme lugares donde pasar la noche. En ‘De Norte a Sur’ no sabía cómo iría de un lugar a otro, me di cuenta de todo esto en la marcha, preguntando a la gente a mi alrededor. Solo conocía mis destinos, el resto se resolvió al momento.

Mi estado mental es diferente en cada performance. Mi cuerpo teje factores internos y externos a medida que mis pasos me conectan con el suelo. Además de experimentar desafíos físicos y mentales, enfrenté diferentes condiciones climáticas, enfrentamientos con el racismo, el clasismo y la opresión de las comunidades indígenas. En la frontera de Tapachula con Tecún Umán, mis amigos de Totonicapán, Quetzaltenango, Guatemala y yo nos enfrentamos a lugareños que trabajan y viven en la frontera de Río Suchiate de Guatemala y México. Los lugareños nos acusaron a mis amigos y a mí de brujería mientras dispersamos tierra recolectada en suelo fronterizo que llevamos desde Los Ángeles. Cuando llegó la policía me pidió una “colaboración” (extorsión). Como no estaba dispuesta a pagarles nos pidieron que nos fuéramos diciéndonos: “No quiero que linchen a sus amigos por brujería es mejor que se vayan y usted es mejor se cuide porque es mujer .” Esto es algo que todavía estoy procesando mientras comprendo más sobre colonización.

Jackie Amézquita y Ajq’ij Santos (guía espiritual) en la frontera que conecta México y Guatemala, 2019.

CP: ¿El acto de caminar se ha vuelto tu propia forma de resistencia?

JA: Caminar es una habilidad aprendida que comienza a desarrollarse como parte de nuestras habilidades motoras antes de cumplir un año. Esta habilidad nos ha permitido habitar el mundo. Pero sí, en mi práctica empleo el acto de caminar como una forma de resistencia. Caminar activa una conexión entre mi mundo interior y exterior. Mis huellas reclaman el espacio, mientras mis pasos dejan una marca en la superficie. Mis pies arrastran partículas de un lugar a otro, trazando una línea que conecta a los humanos con el paisaje y nos permite habitar el entorno.

CP: “Nos hemos adentrado en un lugar insalubre por lo que tenemos que volver sobre nuestros pasos para sanar lo que hemos violado en la naturaleza. También tenemos que caminar hacia un futuro muy diferente al previsto por el desenfrenado capitalismo global. Pero en un sentido más inmediato, debemos caminar dentro de nuestra cuarentena.” dijo recientemente el artista Ernesto Pujol en una entrevista con Common Edge. ¿Repasar tus huellas te ha ayudado a caminar hacia un lugar más saludable en la vida?

JA: La parte de la cita que más me llama la atención es: “Tenemos que volver sobre nuestros pasos para sanar lo que hemos violado en la naturaleza. También tenemos que caminar hacia un futuro muy diferente al previsto por el desenfrenado capitalismo global”. Tenemos que mirar hacia atrás a lo que se ha hecho en el pasado con nuestra tierra y nuestra humanidad, primero como individuos y luego como colectivo. Nuestra tierra ha sido testigo del dolor y la injusticia. Antes de salir de nuevo, tenemos que mirar dentro de nosotros mismos y cuestionar nuestra realidad y esas otras realidades.

También tenemos que permitir que nuestros cuerpos se curen. Sí, somos fuertes, pero también delicados. Tenemos que honrarnos a nosotros mismos y sanar. Es un proceso que puede pedirle mucho a nuestra psique y a nuestro ser emocional. Necesitábamos esta cuarentena interior para revisar todas esas cicatrices internas que pensábamos que no nos afectaron, pero lo hicieron. En mi experiencia, por eso es tan difícil hablar de ello. Puede ser tan doloroso que nos incapacita.

Jackie Amézquita trabajando en su estudio.

CP: Continuando con la idea de la transformación, has desarrollado un nuevo cuerpo de trabajo que no implica ningún tipo de movilidad física, pero que lleva la misma cantidad de paciencia a la hora de documentar y comprender cómo se alteran los alimentos y las bacterias durante el proceso de incubación. ¿Puedes hablar sobre esta investigación y experimentación con alimentos?

JA: Cuando comenzó la pandemia perdí el apetito. Hubo muchos cambios en mi vida que sucedieron demasiado rápido debido al COVID-19. Aunque todo salió bien, mi cuerpo estaba sufriendo algunas de las consecuencias del desequilibrio al final. Parte de mi reflexión de cuarentena es entre mi realidad como indocumentada y mi estatus de residencia actual. Esta reflexión tomó la forma de performance / instalación en la que incubé diferentes alimentos en papel y láminas de cobre durante 60 días. Estos alimentos los coloqué en la superficie de estas láminas de cobre cubiertas por una caja de ensalada de plástico. Me interesa el proceso que emprende la quietud. La acción de transformación de los alimentos representa para mí la huella del trabajo de las personas que cultivan, transportan y hacen posible tener estos frutos en nuestra mesa. 

“Los tomates se originaron en los Andes, en lo que ahora se llama Perú, Bolivia, Chile y Ecuador donde crecieron de forma silvestre. Fueron cultivados por primera vez por los aztecas y los incas ya en el año 700 d.c.” Jackie Amézquita

CP: ¿En qué otros proyectos estás trabajando actualmente? 

JA: Actualmente estoy trabajando en un proyecto parte de una residencia en Human Resources en Los Ángeles. También estoy ultimando los detalles de una instalación que se presentará en la Galería Actual Size, también en Los Ángeles. Este trabajo es similar al que presenté anteriormente en HR, una serie de narrativas de la tierra. En él pretendo abrazar la vida de las personas que dieron sus últimos respiros en los centros de detención de ICE.

CP: ¿Cuál es tu instrumento de memoria favorito? 

JA: Viajar. Moverme, así puedo volver a la quietud. 

¡Gracias Jackie!

Jackie Amézquita (n. 1985) es una artista y activista binacional. Amézquita nació en Quetzaltenango, Guatemala y emigró a los Estados Unidos en 2003. Tiene una licenciatura en Bellas Artes y en Comunicaciones visuales por parte del Art Center College of Design y Los Angeles Valley College respectivamente, es candidata a un MFA en el programa New Genres de la Universidad de California (UCLA). Actualmente vive y trabaja en Los Ángeles, California. El trabajo de Amézquita explora la interactividad psico-socio-geográfica y política de diferentes grupos étnicos. Le interesa explorar el impacto que dos culturas opuestas crean en su entorno social y cómo las diferencias socioeconómicas entre culturas afectan la estructura social. Los tipos de trabajos que realizan las personas, la cantidad de dinero que pueden ganar y la calidad de la tierra que ocupan son factores que influyen en la definición de los grupos raciales en la sociedad, cada uno con sus propias preocupaciones, intereses, valores y actitudes.

Si te interesa aprender más sobre el trabajo de Jackie Amézquita visita su página web jackieamezquita.com o síguela en Instagram @jackieamezquita

De agosto 24 a agosto 28, 2020 no te pierdas el takeover de Jackie para Instruments of Memory en Instagram.

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